Una nueva restricción que obliga a innovar
Hoy estrenamos nuevo formato del diario en su versión papel. Los espacios ahora son más pequeños, el diseño busca aportar agilidad y comodidad para la lectura. La nueva apuesta es también un desafío para quienes apretamos teclas de este lado. Seguir estando cerca con algo que te importe, pero contarlo casi con la mitad de caracteres. No, no, esto no es una queja. Es una cambio que invita a repensar el contenido, su extensión y hacer lo máximo posible con cada palabra que se elija.
Las restricciones, en todos los casos, nos impulsan a agudizar la creatividad y los esfuerzos. Podemos entrenarnos en contar la mejor historia aunque solo tengamos dos minutos para hacerlo. Los que usamos Twitter tenemos el cuero curtido, 280 caracteres nos dieron una gimnasia ideal para conquistar la magia de un buen resumen.
Cuando tenés poco espacio o poco tiempo hay tres preguntas que ayudan a enmarcar y entender qué es lo verdaderamente importante. ¿Qué quiero contar, qué quiero conseguir y a quién se lo quiero contar?
“Una charla de una hora la podemos preparar para mañana, pero una de seis minutos va a llevar mucho más tiempo. Lo que se va a decir se va a lucir, cuanto más depuramos el contenido, más claridad y más poderoso será. Muchas veces, sobre todo los latinos, estamos acostumbrados a hablar en exceso para contar poco”, explica Pablo Aragone, entrenador de oradores y coach especialista en storytelling.
A partir de los límites aparecen nuevos contenidos, las restricciones nos obliga a buscar los mejores recursos, pero no todos tomamos ese límite como una oportunidad. El horizonte que se abre queda en cada uno. Por ejemplo Aragone trabaja con cuatro encuentros de dos horas para lograr que cada participante cuente una historia solo en dos minutos.
“Al principio ves una piedra, pero termina siendo un diamante que brilla e ilumina a todos alrededor”, dice. Y da este ejemplo para que pensemos lo que importa en nuestra próxima historia. “Quiero contar la historia de un viaje a mis papás y quiero conseguir que los entusiasme el destino para cuando puedan ir. A partir de eso momento me concentro solo en lo clave: no les interesa sobre los bares que más tarde cierran o los senderos de mochileros, les interesan los paisajes, el mejor lugar de café y lugar cómodo dónde descansar. Con esa información descarto un montón de cosas y elijo las pocas que sí importan contar”, dice.
Pero todo esto no alcanza si solo enumeramos datos y somos elocuentes. “Necesitamos involucrar las emociones, aquello que contemos va a tener muchas más posibilidades de llegar y de tener el efecto deseado que si solo me concentro en datos. No dejemos el corazón de lado”, cierra.